domingo, 26 de septiembre de 2010

Invariable



Los días de tormenta
la casa permanecía cerrada,
las ventanas apretadas
contra los marcos,
delante de las puertas
felpudos y trapos de piso
amenazaban tragarse
al que osara pisarlos.
Por esos días
era imposible jugar al chinchón
porque siempre faltaba una carta;
invariablemente había cuatro dados,
y las piedras para la payana
estaban enterradas en el jardín.
Todo inducía al suicidio
hasta que el olor a buñuelos
de banana tironeaba
del hastío,
rescatando.
La puerta de entrada
estaba sin llave,
el picaporte
parecía de oro,
enorme y brillante,
tentando, corrompiendo, provocando.
Yo alta, rebelde, obediente,
dócil y obediente.

4 comentarios:

Unknown dijo...

El texto está cargado de realismo. Un realismo que explica la escena y después muestra una vulnerabilidad. Me gustó.

Noelia A dijo...

Qué real esta poesía, sobre todo porque hace cuatro o cinco días que llueve sin parar, sí, sí.
Como nos marcan los recuerdos, en mi caso no eran buñuelos, era tortas fritas, único día en que se tenían permitidas. Además de juegos de cartas.
Buenísimo, Roxana. Un beso

El Viejo @gustín dijo...

me conmueve.

Unknown dijo...

Hola Miguel! Así es.
Gracias!!

Noe, síiii!! eran los únicos días!
Gracias Noe!
Besines.

Agustin, bienvenido!
Y gracias.